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De nuevo en el campo

Acabo de estar tres semanas fuera de Colombia, viajando por España, trabajando y visitando a la familia, disfrutando unos días. De nuevo piso Madrid y me doy cuenta que esta ciudad no es para mi. Me gusta y la disfruto una o dos veces al año, pero más de una semana es demasiado. El consumo, la contaminación, el turismo, pero sobre todo el ruido. Me da tristeza ver como van cerrando los bares más antiguos, como cambia la ciudad sin la cafetería Santander donde solía parar, como la gran vía se lleno de grandes almacenes que promueven el consumo inconsciente.

Siento que estoy en otro momento de vida, que ya tuve suficiente con vivir en Manhattan o en Londres un tiempo, también en Madrid y Bogotá, pero ahora busco tranquilidad. Una de las primeras experiencias en el campo fueron unos meses en los bosques bávaros, viviendo en una cabaña frente a un lago en Alemania. Fue una maravilla, disfrutar de aire puro, de senderos y pistas para caminar o correr por los bosques, de contemplar el lago que se congelaba una parte del año, de valorar el silencio y la belleza de la nieve que cubría los pueblos.

Ya son más de 4 años viviendo en Tabio y lo hecho de menos un poco cada vez que viajo. Se trata de un pueblo pequeño, a una hora y media de Bogotá, donde aún no ha llegado el caos de la ciudad. Vivimos en una vereda al pie de una montaña, acabamos de construir también una cabaña. Veo amanecer a las 5.30am por la ventana, un poco antes cantan los gallos y hay que usar ruana (poncho) nada más levantarse. Somos unos privilegiados, tenemos una huerta y unas cuantas gallinas, un pequeño cultivo de fresas y un perro cruzado, también un jardín con aromáticas que hemos ido sembrando. Vivimos sencillos rodeados de buenos vecinos, aún se pueden ver las estrellas en la noche porque no hay mucha luz que estorbe. Compramos la leche al vecino y tenemos huevos campesinos, prendemos fogata y construimos una pergola donde colocamos un par de hamacas.

Ahora este es mi sitio, un lugar ideal para estrenarnos como papas, para que Lucía crezca sana, para que aprenda a cuidar de la Naturaleza y a disfrutarla. Ahora vivo en el campo, algo que añoraba cuando era pequeño y mis padres me llevaban unos meses de verano a Valdegama.

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