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De traje y corbata


Hace ya cerca de 5 años que no llevo traje. La última vez fue la boda de mi cuñada en Colombia, nada más llegar al país y donde quería generar una buena impresión a mi nueva familia. Una y no más. Después decidí que no volvería a disfrazarme, salvo caso extremo, donde no pueda utilizar otra prenda para asistir a un lugar, hasta el momento ha funcionado y me ha permitido sentirme más humano.

Desde hace años, en mi armario se encuentra mi americana “de los bancos” (léase #uncaminohaciaelalma), dos chaquetas, 2 pantalones "chinos”, dos jeans que no cambio por otros hasta que ya no dan más (me gusta también porque era la ropa de trabajo que antiguamente llevaban los mineros), camisetas y alguna que otra camisa, un par de pares de zapatos, y el de los domingos o de ir a misa. De hecho, uso un jersey azul y camisetas negras en mis conferencias y talleres, me compre media docena y me facilita el día a día, dejándome de preocupar por lo que me voy a poner y enfocándome más en lo que quiero ser.

Desde el Camino De Santiago me di cuenta que no necesito muchas cosas para vivir, que puedo llevar mi casa a cuestas y tengo todo para sobrevivir. De hecho, cargo mi mochila con mis cuaderno, diarios, agenda, un par de libros y un ordenador… llevo mi oficina conmigo, que es lo más valioso para seguir mi camino.

“Caminando aprendí que mi vida entra en una mochila”

¿Te imaginas no tener que preocuparte porque entren a tu casa a robar?

En realidad, lo más valioso que se podrían llevar, además de objetos de valor personal (y poco valor material: como son libros, cuadros y algunos cojines africanos), sería un disco externo con la copia de seguridad, un proyector/videobeam y las gallinas o el perro que habitan el lugar. No tenemos televisión en casa, ni microondas, ni sofás o butacas; ni playstation, DVD o equipo música de gran potencia, ni vajilla de navidad o cubertería de plata , ni joyas o copas swarovsky, alfombras/tapetes de lujo o mobiliario excepcional, bajo perfil como dicen por aquí.

Volviendo al traje, en realidad no estoy cómodo con los valores y significados que refleja en la sociedad actual, donde se convirtió en la prenda indiscutible en el armario de directivos y empleados, de la alabada empresa multinacional.

No me gusta ver a todos los empleados iguales, vestidos generalmente en blanco y negro, porque me parece que apaga su personalidad, su individualidad se ve atacada y entran a hacer parte del staff. Puedo entender que es una ropa cómoda y también te ayuda a no pensar, pero se que no es una decisión personal sino una obligación contractual. Al igual que con un coche, busco coherencia a la hora de decidir que llevar.

Recientemente estuve en Mumbai y me sorprendió lo extendido que está el traje en la cultura oriental, en los centros financieros de la ciudad o el recién estrenado metro abundan por donde quiera que vas. Me entristece también verlo en Ghana, donde ya son muchas las personas que se visten al estilo occidental. Dejan de lado sus colores vistosos y su cultura ancestral, para dejarse llevar por la globalidad. Creo que la Americanización del mundo avanza a pasos gigantes y son pocos los que se resisten al sueño de esperanza y comodidad, claro espejismo de felicidad.

Tampoco me gusta el negocio de las modas que ilusionan y venden “style”, que sirven para crear estereotipos y necesidad, que invitan a cambiar el ropero cada tres meses y a gastar dinero sin pensar, que promueven la ropa barata, fabricada por gente barata para esclavos de la modernidad. No me gusta comprar por comprar, y creo que mucha gente se dejó arrastrar, no me gusta tirar y tirar, prefiero usar las cosas hasta que ya no dan más.

En otro artículo hablaba de los aeropuertos como centros de Paz, y me encanta la pasarela de moda internacional que se genera en su interior sin necesidad de nada más. Es un espectáculo observar aquellas personas que se visten según las costumbres del lugar, de su cultura o tradición popular. Algún día extrañaremos este colorido mosaico, reflejo de la singularidad de ser humano y su capacidad de imaginar y soñar.

Así que si vas a invitarme a una ceremonia o una boda, no esperes verme como los demás, la coherencia en el día a día es lo más difícil de llevar, pero cuando te agarras a ella es una chaqueta que no te has de quitar. Nadie es perfecto y es muy difícil ser coherente en todo lugar, pero ese debería ser el esfuerzo del aprendiz de la vida, que quiere crecer en sabiduría y a nivel espiritual, que busca el progreso y el bien de la humanidad.

Y tu, ¿Cómo te relacionas con el traje y la corbata?

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