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La vejez

Ayer compartí con mi amigo Lucas Requejo, un sabio vestido de calle, un aparejador convertido en antropólogo, investigador y divulgador, un padre comprometido con la educación de su hijo, un amante de las conversaciones con nuestros “Viejos”, las personas que atesoran el conocimiento.

Al mirarme en este espejo, siento que voy bien, que he trabajado en conocerme y en definir el estilo de vida que quiero vivir, siento que dedico tiempo a la lectura de los libros que quiero leer y a estar con la gente. Creo que con el paso de los años han perdurado en mi vida hábitos sanos, he logrado mantener algunas rutinas casi monásticas con una apertura social, dedicando a tejer y conectar, a generar capital social.

Mi suegro se vino a vivir de nuevo conmigo, ayer lo entrevistó Lucas y habló sobre su infancia, sobre su alimentación, sobre la disciplina y oportunidades de educación, sobre su trabajo como arquitecto; Disfrutaba materializando pensamientos en obras, teniendo en cuenta el espacio, el volumen y la luz, convirtiendo ideas en numerosos y diversos edificios. No se arrepiente de nada, se le ve feliz, en armonía y con esa sabiduría que dan los años, admirable su forma de vivir desde que lo conozco, alegre, flexible y viajero, amante de la apicultura y orgulloso de su miel Tequenusa: “El que Tequenusa usa, otra miel no usa”.

Yo me pregunto como quiero llegar al atardecer de la vida, y recuerdo que con 20 años me llamaban “señor” por mi estilo de vida adelantado a mis años, emprendí mi primer negocio, disfrutaba de paseos con mi perra Zara a diario, conversaciones alrededor de la mesa con los padres de mis amigos y conducía coches clásicos, primero un Rover, luego un Golf Cabrio, incluso un Saab 9000 que calentaba los asientos y tenía tapicería de cuero. Ahora descubro que siempre he tenido esa parte dentro de mi, de admiración y deseo del buen vivir, de calma y contemplación, de soledad y agradecimiento. Creo que esa es la vejez que quiero, entre Zygmun Bauman y Henry D. Thoreau, escribiendo y dando clases por un lado hasta los 90 años, y rodeado de naturaleza y humanidad por otro, viajes a Ghana y otras partes del globo, hasta convertirme en polvo. Creo que estos años que me quedan son un regalo del cielo, creo que he vivido una vida plena y que es un privilegio seguir haciéndolo.

Y tu, ¿Cómo te imaginas tu vejez?



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