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Las Secuoyas

Esta semana fui a visitar el monte de Secuoyas de Cantabria, una plantación experimental de los años 40, de poco más de 800 árboles que se adaptaron al entorno de Cabezón de la Sal. Básicamente se buscaba explorar con árboles de crecimiento rápido para abastecer de madera a la industria local.

Una parte del sendero para llegar al bosque estaba cubierto de hojas de roble y le daba un aspecto de cuento, como si en cualquier momento fuese a salir Alicia en el país de las maravillas persiguiendo al conejo. El colorido en invierno es hermoso, una variedad de verdes y marrones que cuesta apreciar en su totalidad. A un lado del camino baja un riachuelo que parece sacado de algún cuadro del Museo del Prado. En esta época encontramos pocos visitantes, lo cual permite hacer el recorrido más inmerso en el paisaje.

Una vez en el bosque, se encuentran árboles de hasta 40 metros y a pesar de tener cerca la autopista, se hace el silencio. La magnanimidad de los árboles se abre paso y envuelven la presencia del visitante, la cercanía entre algunos troncos le da profundidad al paisaje y se alcanza a dibujar una senda que invita a que uno suba y se relaje. En ese preciso momento, sientes la emoción y la magia de estar en un lugar único, es algo extraordinario, se trata de un lugar sagrado. Me sorprendió la actitud de Lucía, que enseguida comenzó a subir la senda, sin ayuda, con energía, sabiendo que no había ningún peligro y que estaba en buena compañía. Por un momento mire alrededor y el bosque nos envolvía a los dos, solo veía las Secuoyas, algunas con unos troncos inmensos, acariciándonos. Sabía que en el fondo eran unos bebes, porque había escuchado que pueden vivir más de 1.000 años, y que llegan a superar los 100 metros de altura, como Hyperion, la más grande del Parque Nacional Humboldt Redwoods de Estados Unidos.


Estuvimos poco tiempo ya que el acceso que escogimos para entrar era un barrizal, por las lluvias caídas estos días, por eso no pude entrar con toda la familia. Así que nos regresamos pronto para hacer un picnic todos. Hay dos accesos más que volveré para probar. Cuando terminábamos de comer se puso a llover, y de regreso Lucía jugó un poco con el barro, se cayo, una bota se le atasco y llego a casa de color marrón. Nos encontramos a otros niños y bromeamos un poco diciéndoles que tengan cuidado con el Oso, aunque en realidad la fauna de la zona es de zorros y corzos.


Disfrute mucho visitando este Monumento Natural, se que voy a regresar, con la edad me he dado cuenta que la Naturaleza es mi lugar, que forma parte de mi vida, que cuando tengo tiempo la busco para caminar, correr, montar bici, hacer picnic o nadar; es un balneario, una terapia, un hogar, una religión, el mejor lugar para practica la contemplación.


Y tú … ¿Has encontrado tu lugar?



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