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¿Le estoy poniendo el alma?


Recientemente tuve una desagradable experiencia en un centro comercial, ese tipo de espacios que promueve el consumo inconsciente y por impulso de la gente. En realidad, me dirigía a recoger una entrada para el concierto de Jorge Drexler para mi amigo Santiago, un españolete que venía a visitarme.

Después de haber realizado el pago y verlo cargado en mi cuenta, al ir a recoger la entrada con mi esposa, quién realizó el pago con su tarjeta, me dicen que no es posible entregarla porque la tarjeta con la que se pago no es la misma numeración que la que mi esposa presenta. Sin entrar en más detalles, lo que les quiero contar son varias experiencias que se conectan con propósito entorno a esta necesidad.

La primera, es con el joven que atendía la ventanilla de tu boleta, seguramente con unas condiciones laborales poco favorables y ninguna motivación (en realidad había 3 persona en un cubiculo de 1 metro cuadrado, una de ellas comiendo) se limitó a decirnos lo que incluían las condiciones del contrato. De hecho, cual fue mi sorpresa al encontrarme que no había una oficina o persona para gestionar la atención al cliente, sino que me refería a un número teléfono, a un contestador (primera reflexión: la prioridad de la compañía es la venta y no la satisfacción del cliente). Creo que para que estas personas que no están motivadas y realizan un trabajo mecánico puedan conservar el puesto laboral en lugar de un dispensador de entradas como el de los parkings, es necesario una cualidad que no todos tienen pero que nos diferencia de las máquinas, la vocación de servicio, el propósito de ayudar.

Y esto me lleva a la segunda historia, cuando me veo en la necesidad de conectar mi ordenador que no tenía batería, a un enchufe del centro comercial, para buscar el pago en banca online y poder justificarlo para recoger la entrada. Entonces, me encuentro a un vigilante que me dice que eso está prohibido, y a pesar de explicarle la urgencia, a los 5 minutos me pide que me vaya. Bajo a la planta baja y me pongo a buscar un enchufe, cuando de repente, se acerca otro vigilante que se había percatado y señalando un enchufe me invita a utilizarlo, sin pedirme ninguna explicación… ¿cuál de las dos personas trabaja por propósito?

Para terminar, compartirles la última historia que tuvo lugar vía chat con una entidad bancaria, cuyo no nombre no voy a mencionar (Bancolombia), que presume de ponerle el alma y en este caso cumplió de sobra con su mensaje. Me encontré una chica comprometida con ayudarme, con resolver el problema y enviarme un justificante detallado del cargo, tras más de 20 minutos en el chat y siempre pendiente de que no se cortase nuestra comunicación, se ofreció muy amablemente a colaborar y finalmente resolvió nuestra necesidad.

Todo esto para contarles la gran oportunidad de mejorar nuestra vocación de servicio, nuestro propósito de construir país y ayudarnos unos a otros, de dejar de lado las diferencias o el aspecto económico para servir y darnos a los demás. Esto marca la diferencia y es la clave para construir mejores sociedades, donde la confianza sea la moneda de cambio más valiosa.

Y yo, ¿le estoy poniendo el alma?

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