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El móvil y la prescripción médica


Hoy escribo sobre un tema que me afecta constantemente, en mi día a día, alterando mi relación con otras personas, mi armonía. Se trata del bendito teléfono móvil, obra extraordinaria de la ciencia y la inteligencia, salvador del mundo y abanderado de la tecnología. Este pequeño aparato, que para muchos ha significado un gran avance y conexión con otros seres humanos, sin duda ha cambiado los hábitos de la mayoría desde África hasta Normandía.

Son muy diversos los usos que se puede dar a este dispositivo, generando un impacto positivo o negativo. Yo voy a referirme exclusivamente a los aspectos negativos que observo en sociedad, que me molestan, me entristecen y hasta en ocasiones me enfadan hasta la saciedad. Aspectos como la falta de atención que mucha gente presenta en determinados momentos de sus vidas, a la belleza, a las personas, a las pequeñas cosas, absorbidos por el imán tecnológico, como ventosas. Se trata de la perdida de la capacidad de asombro o contemplación, también de la falta de humanidad y conversación, así como la escasez de abrazos y sonrisas a discreción. Siento que se ha convertido en una tecnología poco social, fría y descorazonadora, que con su extraordinario poder de conexión inmediata desconecta las relaciones humanas.

Ya sea a la hora de la comida, en el metro, autobús, ascensor o mostrador, son muchos los que viven con el celular en la mano, conectados a la red y desconectados como mirando a la pared. Se pierde en esos momentos la magia de las relaciones, la humanas conversaciones o simples miradas, el silencio, más elocuente que la palabra. Se pierde intimidad para ganar disponibilidad, se pierde sentido del humor para ganar likes o comentarios en un post, se pierden momentos y experiencias por estar atentos a las tendencias, se cambian confidencias por hashtags, escucha por ruido y propaganda.

Creo que debería de haber doctores o expertos que realicen una prescripción médica, porque suponer que todo el mundo va a saber hacer un uso sano de esta tecnología es una blasfemia. Considero sin duda su gran utilidad, pero también el precio que uno debe de pagar. Estoy de acuerdo en su uso en general pero también en que mucha gente no es consciente y se deja llevar. Es un problema de actualidad, que está llevando especialmente a los jóvenes a una vida artificial, mostrando fotos atrevidas o comentarios sin igual, tratando de parecer felices y llevando un estilo de vida espectacular, pero en el fondo escondiendo miedo y falta de confianza personal, jóvenes sin propósito que ponen en peligro la continuidad de la humanidad, la evolución de la especie basada en la colaboración y el espíritu de superación, en la confianza y el trabajo por el bien común cada mañana.

Valoro mucho haber podido tomar distancia, logrando prescindir de los grupos de WhatsApp, recibiendo pocas llamadas o ninguna al día y pudiendo desconectar. Especialmente disfruto durante los viajes internacionales, donde nadie me puede localizar, donde es uno el que comunica y no recibe interrupciones de los demás. Utilizo mucho más el correo que las llamadas o mensajes de texto, que el chat o el FaceTime, porque se que lo puedo controlar, que puedo responder o no en función de la prioridad, que organizo la revisión y gestión por bloques de tiempo que me permiten realizar una mejor gestión de mi agenda y ser dueño del momento.

Al igual que no cambio un libro por un Kindle, tampoco cambio un amigo por la adulación de un seguidor desconocido. Mi rutina de calidad en la mañana nunca se ve interrumpida por una llamada, puedo llevar a cabo mi meditación sin alteración o escribir mi diario con plena atención. Solo sobre las 7 de la mañana lo reviso para la planeación diaria, reservo bloques de tiempo para mensajes o conversaciones necesarias, y lo dejo en silencio al entrar en reuniones, talleres o conferencias universitarias. Siempre devuelvo las llamadas, pero soy dueño del tiempo y trato de vivir más consciente a cada momento.

No me gusta responder correos por teléfono, tampoco escribir mensajes o largos textos. Nunca edito fotos ni uso emoticonos. Casi no publico nada en las redes desde el celular, prefiero manejarlo desde el ordenador para entenderlo como trabajo y controlar mi dedicación. Siempre utilizo los audi

os para comunicarme, procuro llamar para no demorarme, y sigo agenciando cafés todas las semanas para ver a las personas cara a cara.

Y tu, ¿Cómo te relacionas con tu móvil?

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